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Desertificación: la silenciosa condena
DESERTIFICACIÓN: LA SILENCIOSA CONDENA
Biól. M.C. Bernardo Marino Maldonado
Especialista en Hidrología Ambiental y Manejo de Cuencas
Publicado el: 13 de Junio de 2022
Este artículo puede leerse publicado en la
Revista Nuestra Tierra de la ERNO (UNAM).
A lo largo de los últimos 50 años, la cuestión medioambiental como tema cultural ha ido desarrollándose y
creciendo imparable, y afortunadamente hoy en día es un tema de relevancia en la cultura de la mayoría de
las sociedades del mundo. Sin embargo, y como mencionábamos en un artículo anterior, hay temas dentro del
discurso conservacionista predominante que desafortunadamente siguen sin recibir la necesaria atención,
a pesar de su crucial importancia para el bienestar y sostenibilidad de las naciones.
Mucho se habla de la importancia de conservar bosques y selvas, arrecifes, ríos y lagos, biodiversidad y
especies en peligro de extinción. Todo ello es importante y necesario; sin embargo, en muy pocas ocasiones se habla de
un elemento de la Naturaleza que es aún más importante que todo lo anterior, por su crucial papel ecosistémico,
por lo indispensable que es la para la humanidad, por su irrecuperabilidad intrínseca y por el estado preocupante de
degradación en que se encuentra: el suelo.
(Lee aquí nuestro artículo introductorio sobre el suelo)
La pérdida de los suelos
La degradación y pérdida del suelo es uno de los problemas de deterioro ambiental
más graves que deben ser afrontados actualmente. Su importancia crítica resulta de que el suelo es (1) el medio
indispensable para la agricultura y la ganadería, fuentes de subsistencia fundamentales para la humanidad, y (2)
el elemento básico y necesario sobre el cual se estructuran y funcionan la práctica totalidad de los ecosistemas
terrestres, de los cuales provienen los recursos naturales y los servicios ambientales que la humanidad requiere
para su supervivencia y desarrollo.
El suelo es un ente cambiante, resultado de complejos y prolongados procesos ambientales en los que participan
factores físicos, químicos y biológicos a lo largo de amplias extensiones de tiempo que abarcan de cientos a miles
de años; el suelo es por lo tanto un recurso no renovable (en términos prácticos), pues el tiempo necesario para su
renovación supera en magnitud a la escala de tiempo humana. Por lo tanto, se entiende que,
aún más que muchos otros recursos naturales, es de importancia prioritaria, crucial, el evitar a toda costa su pérdida.
Y sin embargo, el suelo en general, y en particular el suelo cultivable que utilizamos directamente, se están
perdiendo irreversiblemente de una forma constante y a una tasa cada vez mayor. Reportes publicados en el 2021
estimaron que ya un tercio de los suelos en general del mundo están degradados, y que más del 80 % de los suelos
cultivables presentan una degradación de moderada a severa 1. La tasa de pérdida del suelo por erosión está
ocurriendo de 100 a 1000 veces más rápido que la tasa de erosión natural 2.
Además de la pérdida irreparable de suelo cultivable, la degradación del suelo implica ulteriores consecuencias:
puesto que el suelo es el segundo mayor sumidero de carbono del planeta (el primero es el océano), su pérdida
libera a la atmósfera el carbono que contenía en sí mismo, intensificando el fenómeno del calentamiento global.
Las causas de la pérdida de suelo
Si bien son múltiples los factores que ocasionan la degradación de los suelos, en general el factor principal
que opera como causa fundamental del deterioro de este recurso es la agricultura industrial, cuyos métodos y
técnicas de producción son esencialmente insostenibles.
El uso de maquinaria pesada para el trabajado de labranza del suelo, el empleo intensivo de agroquímicos sintéticos
para fertilización y manejo y control de plagas y enfermedades, y el modelo de producción de monocultivos predominante,
así como la aplicación de técnicas de irrigación ineficientes, tienen toda una amplia gama de graves impactos negativos
directos e indirectos, a corto, mediano y largo plazo, sobre el suelo y muchos otros elementos del medio ambiente.
En general, la degradación de los suelos puede presentarse de cuatro formas distintas, ya sea de manera aislada ó conjunta:
como erosión (de tipo hídrica ó eólica), como degradación física (compactación, encostramiento y sellado), como
degradación química (contaminación por sustancias tóxicas, salinización, pérdida de fertilidad), y como degradación
biológica (disminución o pérdida de la materia orgánica contenida en el suelo).
La desertificación en México
La desertificación es el nombre que se le da a un proceso propio de regiones semiáridas, áridas y subhúmedas (las cuales
abarcan casi el 50% de la superficie de los continentes) y que tiene como consecuencia central la degradación y
pérdida del suelo. El término fue introducido desde el siglo pasado por investigadores que analizaron la disminución
en productividad de territorios agrícolas y ganaderos en zonas áridas en el continente africano, fenómeno disparado
por prácticas inadecuadas de manejo de la tierra.
Si bien hoy en día, la desertificación como concepto se ha ampliado, abarcando cualquier ecosistema que sufra
la reducción persistente de su capacidad para proporcionar servicios ambientales a largo plazo independientemente
de la región climática a la que pertenezca, en este artículo nos centraremos en las regiones semiáridas y subhúmedas,
por ser éstas las condiciones predominantes en el noreste de México.
Precisamente, en México el problema de la desertificación es grave, siendo que el territorio nacional susceptible de
verse afectado por este fenómeno abarca los 101.5 millones de hectáreas, alcanzando poco más de la mitad del país.
De esta cantidad, se estima que 43.56 millones de ha, o bien el 43%, se encuentran en proceso de desertificación
ó ya desertificados 3.
Tomando en cuenta que ecológicamente, las regiones áridas y semiáridas son intrínsecamente frágiles en comparación a
biomas templados, podemos inferir que la desertificación es una amenaza sumamente grave, que rompe el delicado equilibrio
que hace funcionales a estos territorios desde los puntos de vista ecológico y socioeconómico.
Sin suelo no hay agua
Veamos la relación que este problema tiene con la sociedad. En los estados del noreste mexicano, el manejo del agua
como recurso es un tema de importancia prioritaria que se enfrenta a retos difíciles debido a las condiciones
climáticas semiáridas del territorio, compaginado a la creciente demanda por parte de la intensa actividad industrial
y el crecimiento poblacional. Para el caso de Monterrey y su zona metropolitana, la Sierra Madre Oriental es la
principal fuente de abastecimiento de agua: en su territorio se encuentran tanto las cuencas hidrográficas que
proporcionan el agua superficial con que se abastecen las presas, como los acuíferos que constituyen las principales
fuentes subterráneas de agua.
Un adecuado manejo del recurso hídrico implica en principio el adecuado manejo de las cuencas hidrográficas que
constituyen el fundamento de soporte del mismo. De entre los distintos componentes que integran a una cuenca, son el
suelo y la vegetación aquellos cuya conservación es esencial para el funcionamiento óptimo de la cuenca como fábrica
de agua.
Un suelo sano es un tesoro invaluable que nos da alimento
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Las cuencas necesitan suelos y vegetación sanos para fabricar el agua que necesitamos
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El suelo es el soporte biofísico indispensable para el establecimiento de la vegetación; es así mismo el medio a través
del cual el agua de lluvia se infiltra y se retiene temporalmente, para luego ser aportada a la recarga de acuíferos,
ó bien para ser liberada como flujo superficial en un momento determinado. La vegetación por su parte juega un papel
fundamental en estos procesos, al constituir ante todo un elemento protector para el suelo frente a los agentes de
erosión hídricos y eólicos: su follaje y la hojarasca interceptan las gotas de precipitación, amortiguando por un lado
su fuerza de impacto y disminuyendo así la erosividad de la lluvia, y regulando por otro lado el tiempo de formación
de escorrentía sobre la superficie del suelo, lo que aumenta el tiempo disponible para que ocurra infiltración; además,
la materia orgánica que aporta al suelo al descomponerse, contribuye al proceso de estructuración de un suelo sano.
Comprendido lo anterior, podemos entender por qué la desertificación es una amenaza ante todo para la disponibilidad de agua
suficiente para la sociedad. La situación de conservación de la vegetación y el suelo, ambos afectados directamente por la
desertificación, no es nada buena.
La situación en el noreste de México
Como muestra, un estudio del 2002 4 demostró que en el transcurso de los años 1975 a 1995, la vegetación primaria
en el Parque Nacional Cumbres de Monterrey (dentro de la Sierra Madre Oriental en Nuevo León), se redujo en 6,858 ha
para los bosques templados y en 7,457 ha para los matorrales; la vegetación secundaria se incrementó en 7,063 ha, y
los suelos desnudos, totalmente degradados, se incrementaron en 5,458 ha. Estos cambios tuvieron como consecuencia
un aumento del escurrimiento superficial, disminuyendo la tasa de infiltración del agua, acelerando la tasa de erosión
de los suelos, incrementando la magnitud de arrastre de sedimentos y el volumen de las avendias súbitas en arroyos
y ríos, problema recurrente y de histórica importancia para Monterrey y su área metropolitana.
En el 2011 se estimaba que dentro de esa misma región, existía una superficie de 4,237 ha con problemas evidentes de erosión
y pérdida de suelo, y que más de 56 mil ha eran susceptibles a la erosión 5. Reportes más recientes reiteran la magnitud y
persistencia de la problemática.
En el noreste de México las causas principales que ocasionan la desertificación son el sobrepastoreo con
ganado bovino y caprino; los incendios forestales causados por el humano; la sobreexplotación forestal; el uso agrícola intensivo
y desbalanceado de zonas no aptas para ello; y la transformación y eliminación de ecosistemas por cambio de uso de suelo.
Cerros desertificados por sobrepastoreo en el ejido San Rafael de los Cortes, Aramberri, Nuevo León
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Áreas afectadas por incendio forestal. Sierra de Santiago, Nuevo León
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Como ejemplo reciente, en los años 2021 y 2022 se registraron incendios provocados por el humano en la Sierra Madre Oriental en
Nuevo León y Coahuila, afectándose más de 20 mil hectáreas de bosques y matorrales, perdiéndose ó mermándose seriamente su
funcionalidad dentro del ciclo hidrológico. Lamentablemente, no han sido distanciados entre sí los años en que han ocurrido
incendios forestales en la región. A medida que la actividad turística en áreas naturales se incrementa concordantemente con
el incremento poblacional de Monterrey y su área metropolitana, el riesgo de este tipo de accidentes seguirá en aumento.
Por otro lado, el modelo de desarrollo urbano de ciudades como Monterrey y su área metropolitana impulsa el
cambio de uso de suelo de forma indiscriminada, reduciendo progresivamente el territorio hidrológicamente funcional de las cuencas hidrográficas.
Sin un ordenamiento territorial contundente y una política pública concordante y congruente con el mismo, esta problemática
seguirá avanzando, intensificando el estrés hídrico de la región.
Si bien es un problema de menor magnitud en comparación a los mencionados, el sobrepastoreo es sin embargo un problema de
importancia local en gran parte de los territorios rurales del noreste, donde la ganadería extensiva representa una fundamental
actividad económica para los pobladores. Sin esquemas de manejo adecuados que regulen la sobreexplotación de los agostaderos, se
sobrepasa la capacidad de carga de las tierras de pastoreo, de lo que resultan afectaciones como la compactación del suelo, la
pérdida de la renovación vegetal, y el aumento de la susceptibilidad del suelo a la erosión. En muchos de estos territorios están
establecidos pastizales naturales, ambientes de relevante importancia ecológica para la conservación de especies amenazadas ó en
peligro de extinción; el sobrepastoreo, desde luego, es, junto con la expansión de la frontera agrícola, la causa principal de
transformación de estos ecosistemas.
Otra problemática de consideración es el avance de la transformación de zonas semiáridas y áridas en áreas
agrícolas basadas en el modelo industrial y para cultivos no aptos a estas zonas climáticas. Debido a esto y a la general
ausencia de fuentes de agua superficiales en estas zonas, este uso implica la construcción de sistemas de irrigación y bombeo de agua,
sin tomar en cuenta la naturaleza frágil y la capacidad de carga de los suelos de zonas áridas y semiáridas, no aptos para la escala
de producción que se exige de ellos. Vemos ejemplos de esta situación en lugares como el Valle El Hundido y el Valle de Cuatro Ciénegas,
en Coahuila, zonas de crítica importancia ecológica que de forma incongruente y sin posibilidades de sostenibilidad a largo plazo han
sido transformadas para la producción intensiva de cultivos altamente demandantes de agua, como es la alfalfa.
El aspecto socioeconómico de la desertificación
En gran parte de las ocasiones, esta transformación de una zona semiárida en área de cultivo industrial propicia la
conversión de las comunidades asociadas, impulsando un desarrollo poblacional con la consecuente demanda de recursos.
La inversión inicial en infraestructura de irrigación conduce a ganancias a corto plazo que impulsan el uso intensivo del territorio.
En áreas con recursos limitados y regímenes de precipitación variables, esto puede llevar a comunidades enteras a un estado de pobreza,
el cual induce a la búsqueda de productividad a corto plazo, favoreciendo el ciclo repetitivo de sobreexplotación del suelo
6.
En general, el problema fundamental detrás del sobrepastoreo y la agricultura insostenible viene de impulsores socioeconómicos
que fomentan malas prácticas de manejo de la tierra. Estos impulsores son, por un lado, el desarrollo de políticas de tenencia de
la tierra que inducen la sobreexplotación, y por otro lado, la ausencia de protección a los usuarios de la tierra ante (1) la
demanda de ganancias a corto plazo sin incentivos a la preservación a largo plazo de la sostenibilidad de los recursos territoriales;
(2) el riesgo ante la fluctuación de precios en el mercado global; y (3) la pérdida de resiliencia debido a la ausencia en diversidad
de actividades y productos económicos 7.
Cultivo de alfalfa en el Valle El Hundido, Coahuila
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Proceso de instalación de red de irrigación. Valle El Hundido, Coahuila
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Dinámica multifactorial detrás de la desertificación 8
Ultimadamente, las consecuencias alcanzan a estas zonas y a sus pobladores, viéndose una declinación de la productividad agrícola
por la progresiva disminución de la fertilidad del suelo, una disminución creciente de los ingresos económicos y de la eficiencia
del mercado; sobreviene entonces el aumento de la migración de lo rural a las ciudades por el aumento en las tasas de desempleo, y
ultimadamente el abandono de las tierras que antes se mantenían estables con una actividad económica menos redituable, pero sostenible.
¿Qué hacer al respecto?
Si bien la desertificación es considerada una transición irreversible (a escala de varias generaciones humanas), existen medidas
que pueden revertir el proceso antes de que el sistema alcance el estado estable desertificado. Por mencionar algunas: obras para el control de
erosión del suelo; remediación de la salinización del suelo; restauración de la cobertura vegetal; manejo sustentable de la ganadería;
prácticas agrícolas para la conservación del suelo; uso de variedades de cultivo adaptadas a zonas áridas; mejoría de los sistemas de
irrigación; introducción de nueva tecnología de uso de agua e irrigación.
Sin embargo, afrontar de raíz el problema requiere aplicar esquemas adecuados de ocupación y transformación territorial basados en
criterios de congruencia ambiental y socioeconómica con el fin de frenar y reorientar las trayectorias existentes de degradación del
territorio. Hasta no lograr un cambio de paradigmas en el uso de la tierra, de poca utilidad a largo plazo serán todas las demás acciones.
En esto, los científicos agrícolas y del suelo, y las instituciones académicas de investigación en recursos naturales, tienen la
responsabilidad de divulgar las prácticas adecuadas de manejo de la tierra, y abogar por su implementación en el uso de los recursos
naturales de nuestra nación.
Finalmente, es obligación de cada ciudadano estar informado adecuadamente para ser un consumidor responsable, y para ser partícipe
en las políticas locales, estatales y nacionales para exigir mejores prácticas de aprovechamiento de los recursos naturales de cuya
conservación y uso racional depende nuestro bienestar colectivo.
Referencias:
(1) WWF (2021). Bringing It Down To Earth: Nature Risk and Agriculture
(2) FAO and ITPS (2015). Status of the World’s Soil Resources (SWSR) – Main Report. Food and Agriculture
Organization of the United Nations and Intergovernmental Technical Panel on Soils, Rome, Italy
(3) SEMARNAT. 2014. Degradación de suelos en las tierras secas de México. El medio ambiente en México 2013 - 2014
(4) Murillo M. 2002. Estudio del efecto del cambio de uso de suelo en el escurrimiento en la subcuenca 24 Bf “Monterrey”,
aplicando un sistema de información geográfica. Tesis de maestría. División de Ingeniería y Arquitectura.
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Mayo de 2002. Monterrey, N.L. 119 pp.
(5) Rovalo-Merino M., J. Pérez-Cantú, S. Valenzuela-Pérez y M. de la Maza-Benignos. 2013. Restauración Ecológica.
En: Cantú-Ayala et al. (eds.), Historia Natural del Parque Nacional Cumbres de Monterrey, México. UANL-CONANP. México.
Pp. 371-383.
(6) Verstraete M.M., Scholes R.J., Stafford D.M. 2009. Climate and desertification: looking at an old problem through
new lenses. Front Ecol Environ 7: 421–8.
(7) Herrmann S.M., Hutchinson C.F. 2005. The changing contexts of the desertification debate. Journal of Arid
Environments (63) 538–55
(8) D’ Odorico et al., 2013. Global desertification: drivers and feedbacks. Advances in Water Resources 51. 326-344
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