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LOS SUELOS Y SU IMPORTANCIA

Biól. M.C. Bernardo Marino Maldonado

Especialista en Hidrología Ambiental y Manejo de Cuencas

Publicado el: 26 de Noviembre de 2019




En la actualidad, vemos con esperanza cómo los temas ambientales van paulatinamente tomando una posición de mayor importancia en los medios informativos, como resultado de la creciente conciencia social sobre la necesidad de atender las problemáticas medioambientales no sólo en nuestra ciudad o país, sino a lo largo de todo el mundo.

Entre la totalidad de temas que son tocados en las noticias, mucho se habla de la importancia de conservar bosques y selvas, arrecifes, ríos y lagos, biodiversidad y especies en peligro de extinción. Sin embargo, muy pocas veces se habla de un elemento de la Naturaleza que es más importante que todo lo anterior, por su crucial papel ecosistémico, por lo indispensable que es para la supervivencia de la humanidad, y por el estado crítico de degradación en que se encuentra. Es el suelo.

Por mucho tiempo relegado ingenuamente como simple "tierra", el suelo es en realidad el producto de un proceso sumamente complejo llevado a cabo por todos los elementos del medio ambiente operando en conjunto. Es un proceso además, que tarda no años, sino decenas de miles de años para su terminación. Antes que hubiera bosques ó selvas, hubo un suelo sobre el cual las plantas pudieron establecerse, del cual se nutrieron para vivir (pues no sólo de sol y agua viven las plantas), del cual se sustentaron para desarrollar con el paso del tiempo bosques, selvas, pastizales y matorrales.

Se puede decir entonces, que los ecosistemas terrestres del planeta están sustentados en el suelo. Pero no sólo: los ecosistemas oceánicos necesitan también el aporte de nutrientes y minerales que desde los continentes los ríos transportan hacia los mares del mundo, y esos nutrientes y minerales provienen en gran medida de los suelos distribuidos a lo largo de la superficie terrestre.

Entre todos los seres vivos que necesitan, entonces, del suelo para sobrevivir, no existe un ejemplo más claro y evidente que nosotros, la humanidad, pues nos sustentamos de la agricultura, el cultivo del suelo para la producción de plantas con las cuales alimentarnos y alimentar al ganado que consumimos y del que obtenemos otros alimentos. Esa verdad no es más certera y relevante en cualquier otro momento de la historia de la humanidad que en nuestro presente, cuando hemos alcanzado un nivel poblacional mundial de más de 7.7 billones de humanos.




Pero, ¿qué es el suelo?


El suelo es una capa de distintos materiales mezclados, que, donde está presente, cubre en un espesor variable la superficie de la corteza terrestre; así, hay zonas con suelos profundos del orden de metros, a veces decenas de metros, y otras con suelos poco profundos, a veces de tan sólo unos cuantos cm de espesor. Los materiales que lo conforman son, a grandes rasgos, minerales (en un 45 %), agua (de un 20 a un 30 %), aire (20 - 30 %), y materia orgánica (un 5 %). La variación en estos porcentajes en cada suelo y en las proporciones relativas entre ellos es lo que determina las propiedades particulares de cada tipo de suelo.

Los constituyentes minerales de los suelos son compuestos de cuarzo, silicatos primarios y secundarios, óxidos de fierro y aluminio, entre muchos otros, contenidos en partículas de arena, limo, arcilla y coloides. Estos minerales provienen de las distintas rocas de la corteza terrestre, que durante el proceso de formación de los suelos, son desintegradas y sus minerales incorporados al suelo en desarrollo.

El agua en el suelo existe bajo forma de una solución compuesta por agua y cientos de sustancias orgánicas e inorgánicas, entre ellas nutrientes que son esenciales para el crecimiento de las plantas y para la vida de los microorganismos que habitan en el mismo suelo.

El aire en el suelo está contenido en los espacios que existen entre las partículas de arena, limo y arcilla, así como de materia orgánica. Su composición incluye oxígeno y bióxido de carbono, así como otros gases, en proporción variable a según de la actividad de los procesos bioquímicos que continuamente ocurren en el suelo por parte de microorganismos, fauna, y las raíces de las plantas, así como del intercambio gaseoso entre el aire en la atmósfera y el aire en el suelo.

La materia orgánica del suelo se deriva de los restos de tejidos y células de organismos del mismo suelo y del ambiente superficial, entre ellas las plantas; se compone así mismo de los productos del biometabolismo de estos organismos; todo este material puede hallarse en distintas fases de descomposición, y es ésta descomposición la que libera al suelo muchos de los nutrientes que mencionamos poco antes.




¿Cómo se forma el suelo?


Cuando los continentes emergieron del océano en el pasado remoto de la Tierra, la superficie del planeta era roca desnuda: la roca que compone la corteza terrestre. Expuesta al ambiente superficial, esta roca se vio expuesta al embate de los elementos y las fuerzas atmosféricas: la implacable radiación solar, las lluvias torrenciales y fugaces ó suaves pero prolongadas, los fríos intensos de las glaciaciones, los calores abrasadores de los veranos, las cenizas y material piroclástico de erupciones volcánicas, el embate de vientos cargados de granos de arena duros como lijas.






Proceso de formación de un suelo genérico.





Con el tiempo, los seres vivos que fueron poblando los continentes comenzaron a establecerse sobre estas rocas: entre los organismos que primero pueblan las rocas están los líquenes, que comienzan a transformar poco a poco la piedra sobre la que viven, deshaciéndola lentamente; hongos microscópicos y bacterias, protozoarios y otros seres contribuyeron a este trabajo. Finalmente, aparecieron las primeras plantas, que comenzaron a penetrar con sus raíces, poco a poco y cada vez más profundo, en las grietas en las rocas y entre las piedras ya rotas por el paso del tiempo y la acción de todo lo mencionado.

Al morir, todos estos seres se descomponían lentamente sobre las rocas, y a veces este material, junto a fragmentos de roca, fue transportado como sedimento por la lluvia y el viento a otras ubicaciones, donde fue depositado, continuando la acción de nuevas plantas y nuevos microorganismos que se establecieron sobre él. Poco a poco, el material resultante de toda esta acción de seres vivos y de fuerzas atmosféricas se fue acumulando sobre el sedimento original, creándose un estrato distinto en composición y características al material subyacente: un suelo ya distinguible.

La repetición de este mismo proceso en lugares distintos del planeta tuvo como resultado la creación de distintos tipos de suelo, debido a las diferencias en los factores ambientales de cada región planetaria. Así por
ejemplo, los suelos en zonas cálidas y húmedas son distintos a aquellos de zonas frías y secas; los suelos formados bajo bosques templados son distintos a aquellos formados bajo pastizales ó bajo selvas lluviosas, del mismo modo que los suelos en los desiertos o en lo alto de las montañas son distintos.

Los suelos que encontramos hoy en día distribuidos alrededor del planeta son entonces resultado de decenas de miles de años de operación de los procesos que hemos descrito. Desde luego, estos procesos siguen vigentes hoy en día, lo que nos lleva a entender que los suelos son algo dinámico y siempre cambiante, si bien a una escala de tiempo muy grande y que supera el lapso de vida de muchas generaciones humanas.

Es por esto justamente, que los suelos son una de las entidades de la naturaleza en nuestro planeta a la que mayor atención debemos dar para su conservación, pues su pérdida es irreparable en el lapso de tiempo de nuestras vidas humanas.



En la continuación de este artículo hablaremos sobre las amenazas que enfrentan
los suelos del noreste mexicano, de nuestro país y del mundo.





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Fotografía y Contenido: Bernardo Marino

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