| QUIÉNES SOMOS | OBJETIVOS | ÁREA DE TRABAJO | PROYECTOS | GALERÍA | DIVULGACIÓN | NOTICIAS | PATROCINIOS | CONTACTO |
D I V U L G A C I Ó N
Inicio |
Divulgación |
El río Santa Catarina y la (in)madurez ecologista
EL RÍO SANTA CATARINA Y LA (IN)MADUREZ ECOLOGISTA
Biól. M.C. Bernardo Marino Maldonado
Especialista en Hidrología Ambiental y Manejo de Cuencas
Publicado el: 16 de Junio de 2019
En los últimos años, el río Santa Catarina ha dado mucho de qué hablar en la sociedad regiomontana. Este río es icónico para
la ciudad, principalmente por ser el protagonista de muchos de los estragos causados en la capital de Nuevo León por los
huracanes más fuertes que a ella han llegado y que tenemos en la memoria reciente y no tan reciente sus habitantes. Un
recuerdo que menos personas conservan es el hecho de que gracias al agua abundante de este río y de otros cuantos como el
extinto Santa Lucía, fue que se fundó la ciudad de Monterrey hace más de 400 años.
Pocas personas hoy en día saben esto, y muchas son las que creen que el río Santa Catarina es un río seco por naturaleza, y
con razón justa, debido a que es tanto el tiempo ya, décadas y décadas, que el río está prácticamente seco en gran parte de
su trayecto por la ciudad desde su salida de la sierra por el Cañón de La Huasteca. Tanto así, que por años hemos visto el
lecho del río ser aprovechado para la instalación de mercaditos, de canchas de fútbol y golf, de pistas para gokarts, de
ciclopistas y demás. También hemos visto como cada tantos años, generalmente entre 5 y 10, ha llegado un huracán y tras sus
intensas lluvias, una recurrente inundación catastrófica en el río que barre con todo a su paso. Y hemos visto como cada vez,
pasado el desastre, la CONAGUA limpia y desazolva el cauce, y los gobiernos en turno vuelven a proyectar los mismos
aprovechamientos de antes sobre el lecho del río nuevamente seco.
Pero tras el histórico huracán Alex, en el 2010, las cosas cambiaron. Tras la limpieza y desazolve del río, su lecho no volvió
a ser objeto de proyectos de aprovechamiento, y ese tiempo de descanso ha tenido como fruto, con el paso de los años, el
florecimiento de una vegetación nueva a los ojos de muchos regiomontanos, acostumbrados antes a ver un río seco y yermo. Hoy
en día, una buena longitud del río Santa Catarina, a lo largo de su trayecto por la ciudad, presenta una exuberante vegetación,
hábitat para una buena cantidad de especies animales silvestres.
Contemporáneamente, Monterrey se convirtió en la ciudad atmosféricamente más contaminada de todo México. Por primera vez, los
habitantes hemos comenzado a sufrir en carne propia las consecuencias de la contaminación, pues las contingencias ambientales
por mala calidad del aire son ya el pan de casi cada día. A raíz de ello, cada vez más ciudadanos han comenzado a prestar
atención a temas de índole ambiental, y a comprender que una de las causas de la contaminación es la deforestación, hecho
lamentablemente usual en una ciudad con una de las industrias inmobiliarias más prolíferas en el país.
No es de extrañarse, entonces, que la sociedad regiomontana esté reaccionando activa y enérgicamente ante los intereses que recientemente
han resurgido para aprovechar el lecho del río Santa Catarina, único espacio que verdaderamente sentimos ser “de todos”,
“de la ciudad”. Algunos políticos intentaron, sin éxito, resucitar las canchas de fútbol. Tras ese fracaso, a otros no les
han quedado ganas ya ni de mencionar intereses inmobiliarios.
Pero ahora, la CONAGUA y gobierno del estado han anunciado la necesidad de limpiar el cauce del río, lo que implica,
idealmente, retirar gran parte de esa vegetación surgida durante los últimos 9 años. A capa y espada, muchos regiomontanos y
grupos ecologistas han respondido advirtiendo que no permitirán el desmonte, la deforestación. Muchos profesionistas ambientales, quienes
afortunadamente hemos en los últimos años logrado con esfuerzo mayor presencia y reconocimiento en la toma de decisiones
gubernamentales, han alzado la voz para respaldar el reclamo ciudadano.
Vale la pena, en este contexto, analizar con ojo crítico este reclamo, y entender su error.
Sí, la vegetación, los bosques, los árboles, son valiosos y debemos cuidarlos por los importantes beneficios que obtenemos
de ellos. Sí, Monterrey tiene un marcado déficit de áreas verdes, y las áreas verdes, arboladas, son necesarias para combatir
la contaminación y los cada vez más intensos calores. Son cruciales además para la mitigación de los efectos del cambio
climático. Son importantes por muchas otras razones más complejas.
Pero la vegetación del río Santa Catarina es un caso muy aparte, por razones que los ecologistas ciudadanos que lideran
su defensa demuestran no comprender, al no ser expertos preparados en el tema. Lo mismo demuestran muchos profesionistas
ambientales, entre ellos biólogos e ingenieros forestales, quienes, al no estar capacitados en ecología fluvial, sino en
botánica, ecología forestal y manejo de vida silvestre, cometen el error de ver al espacio del río Santa Catarina, su
vegetación y sus hábitats con la misma perspectiva con que analizan un bosque y sus especies animales en una montaña.
Desde luego, los ríos en su estado natural desarrollan una vegetación propia, denominada riparia ó “bosque de galería”,
que se compone de plantas muy específicas que solamente ahí se desarrollan, adyacentes o cercanas al agua: árboles como
los álamos de río, los sabinos, y los sauces. Pero esta vegetación tiene funciones y comportamientos distintos a los de
las plantas en un bosque, pues el ambiente en un río es radicalmente distinto. Es un ambiente radicalmente cambiante, en
el que existe un equilibrio complejo entre inundaciones, sequías, renacimiento y destrucción, al que están adaptadas las
especies que en él habitan. Para que este equilibrio exista, todos los componentes del río deben estar presentes y sanos:
el río no es únicamente el cauce y dos orillas con vegetación. Un río es el cauce, la zona riparia, y una llanura aluvial
o de inundación de extensión variable y cambiante. El mismo cauce del río cambia su forma sinuosa a lo largo del tiempo y
en respuesta a las cambiantes magnitudes de inundación.
El caso del río Santa Catarina, sin embargo, es lamentablemente el de un río totalmente transformado por el humano. Es un
río completamente canalizado, al que se le eliminaron tanto su llanura de inundación como su zona riparia con su vegetación
natural. Es un río al que se le diseñó un cauce artificial y al que se le rectificó su curso, obligándolo a escurrir por
largos tramos rectos. Además, es un río al que se le roba la totalidad de su agua, por medio de la extracción de agua
subterránea en La Huasteca, a través de los múltiples pozos profundos perforados en el acuífero Buenos Aires. Pero nada de
esto la ciudadanía lo sabe, por lo que mencioné al inicio de este escrito.
Tampoco sabe la ciudadanía, que esto se hizo para poder desarrollar la ciudad aprovechando sin (tantos) riesgos los espacios
cercanos. Canalizando el río, se le delimita un espacio, estudiado hidráulicamente, en el cual contener sus inundaciones. No
sabe la ciudadanía que un río como el Santa Catarina debiese naturalmente tener por lo menos 600 metros de anchura, no los
miserables 160 m que tiene de ancho en promedio. Por eso es posible que avenidas como Constitución y Morones Prieto, así como
una buena cantidad de construcciones más allá de ellas, estén tan cercanas al río. Es ésta la razón, que tampoco demuestra
entender la ciudadanía, por la cual la CONAGUA se ve obligada a mantener limpio y desazolvado el cauce y lechos del canal que
es hoy el río Santa Catarina. En resumidas cuentas, no entiende la ciudadanía que, una vez canalizado, a un río no puede
tratársele ya como a un río: debe tratársele como a un canal artificial, para poder mantener controlados los riesgos que en un
inicio fueron la razón para su canalización.
Y es aquí donde presento mi mensaje principal: los ecologistas necesitan entender que la conservación ambiental es una
actividad que debe hacerse con el respaldo de información y conocimiento científicos; que una conservación que responde a
razones sentimentales únicamente, nos lleva a cometer errores que pueden llegar a tener consecuencias graves. Si como
ciudadanía queremos proteger la vegetación que tanto necesitamos para nuestra ciudad, no es en el río Santa Catarina donde
debemos enfocar nuestra batalla, sino en las decenas de hectáreas que semanalmente son desmontadas en los alrededores de la
ciudad, en el Cañón del Huajuco, en San Pedro, en Santa Catarina, en el Cañón de La Huasteca, en García y muchos otros
municipios, para la construcción de nuevos fraccionamientos residenciales. Debe nuestra batalla estar en exigir a los
legisladores la creación de leyes que obliguen a los desarrolladores a incluir en sus proyectos más áreas verdes arboladas
por m2 de construcción. Debe estar en exigir la plantación de más arboles a lo largo de las avenidas, y menos anuncios
panorámicos.
Y si queremos en verdad “proteger” o “conservar” el río Santa Catarina, nos compete cuestionar la canalización sufrida por
el río, y tal vez replantearnos nuestra relación como ciudad con él, y considerar seriamente el restituirle al río el espacio
natural que le robamos hace muchas décadas, dejar de quitarle el agua que le robamos diariamente para la producción de cerveza
y refrescos, entre otras actividades.
Debemos, en fin, entender que la conservación ambiental es una actividad pesada, que requiere esfuerzo y sobretodo sacrificios.
Reconocer que pretender evitar la limpieza del cauce del río Santa Catarina, en verdad no nos cuesta nada, y entender cómo
ello es un indicio claro del error subyacente en nuestras intenciones.
¿Tienes comentarios? Escríbenos a
contacto@gransierraplegada.org
Derechos
Reservados © 2019. Gran Sierra Plegada
Fotografía y Contenido: Bernardo Marino
English version
|