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CANDELILLEROS, PUEBLOS ERRANTES DEL DESIERTO

Ing. M.C. Ana Arcos Hernández

Especialista en Desarrollo y Producción Rural

Publicado el: 27 de Julio de 2019




Histórica y erróneamente se ha definido al desierto como un espacio carente, vacío y muerto, pero es todo lo contrario. En el desierto fluye la vida y se manifiesta en cada planta y animal que de él se sustenta, en cada mineral y en cada ciclo biogeoquímico que en él se cumple. El desierto también ha sido y sigue siendo el hogar del hombre errante, cazador y recolector, seguidor incansable de rastros y huellas. El mismo hombre y su historia son vestigios del infinito desierto. De lo anterior, el mejor referente lo encontramos en el imponente Desierto Chihuahuense, en el noreste mexicano, lugar que ha sido testigo de la vida de los nómadas chichimecas y actualmente es compañero de los pueblos candelilleros.



"...Habitar significa colonizar, cultivar. Entonces no habitado quiere decir no colonizado, no productivo. Desierto es vida. Es diversidad. Es valentía caminante. Desierto es huella espectral del andar nómada. Desierto es todo ese espacio, ese modo de estar y de habitar el mundo por fuera de la lógica colonial; la lógica colonial en el sentido de ese espacio producido
de una manera analítica, calculada, ordenada, desde el cálculo del interés. El desierto fluye, el desierto es movilidad, es espontaneidad, es sensibilidad, es apertura..."
(Guión del documental Nómadas, 2016, por Leticia Katzer, 2018)




Un origen ancestral


Los candelilleros son sociedades contemporáneas de recolectores seminómadas que, en torno a la planta de la candelilla (Euphorbia antisyphilitica) han forjado prácticas, conocimientos, significados e identidades que han traspasado el tiempo. La palabra candelillero rinde tributo a la candelilla, de la cual los antiguos chichimecas aprendieron a extraer la cera que corre en su interior al hervirla con agua. Este grupo indígena también ha dejado por heredad a los actuales candelilleros el arte de recolectar en el desierto, de recorrer largos trechos rodeados de espinas, y el trabajo arduo bajo el cénit del Sol y en ocasiones, a recibir y transcurrir la noche bajo el abrigo de las estrellas.


Cuenta la historia que los chichimecas utilizaban la cera de la candelilla para proteger las cuerdas de sus arcos contra las inclemencias del tiempo y, en combinación con colorantes naturales, la utilizaban para pintar paredes. Posteriormente, cuando se instauró la colonia, los españoles utilizaron la cera de la candelilla para fabricar velas. También se sabe que era utilizada para curar enfermedades venéreas, y por esta razón, el botánico Joseph Zuccarini clasificó a la planta en 1829 como Euphorbia antisyphilitica.







Hábitat de la candelilla
(Fotografía cortesía de CONABIO)


Floración de la planta candelilla
(Fotografía cortesía de CONABIO)


Chichimecas
(Reprografía del Museo del Desierto)




Después de la Revolución Mexicana, algunos terratenientes instalaron campamentos de procesado de candelilla en medio del desierto, mientras otros preferían llevar a cabo la extracción de la cera en sus haciendas y fábricas. El principal comprador de aquella época fueron los Estados Unidos. Tiempo después, durante la Segunda Guerra Mundial, los europeos adquirieron la cera para fabricar explosivos, para proteger las aeronaves y para impermeabilizar las casas de campaña. Hoy en día, la cera se utiliza en la industria automotriz, eléctrica, de alimentos, cosmética y medicinal. Su origen natural, libre de pesticidas y tóxicos la convierte en un producto orgánico y por ende, más atractivo para el mercado. Y aunque la venta de la cera parezca asegurada, el camino para lograrlo es largo y sinuoso.



El pesado trabajo del candelillero


Todos los días, las brechas angostas del desierto, son recorridas por los candelilleros desde muy temprano. El conocimiento que ellos tienen del territorio, la flora y la fauna es vital. Caer y espinarse puede provocarles lesiones graves. Recibir la picadura ó mordedura de algún animal venenoso puede provocarles la muerte, al igual que quedarse sin agua o perder el rumbo. El conocimiento también les es útil para identificar a su planta benefactora, pues no toda la candelilla es apta para la recolección. Se dice que aquella rodeada de lechuguilla o que se encuentra entre muchas espinas debe dejarse en el lugar.


Es en las cumbres de los cerros, en los lugares más distantes del desierto, donde la candelilla tiende a abundar. Ahí, el azote del viento y el pasar de los años erosionan con mayor intensidad el suelo, lo que facilita la extracción de la candelilla desde la raíz. De la misma manera, es en la cúspide donde los rayos del sol penetran con mayor intensidad, propiciando que la candelilla acumule mayor cantidad de cera, resultado de una respuesta adaptativa de la planta, que intenta conservar por mayor tiempo la humedad recibida de las lluvias esporádicas. Dicho de otra manera, mientras más arrecia la sequía más cantidad de cera se concentra dentro de la candelilla.







Los burros son aliados invaluables en la recolecta.


Candelillero refinando el cerote




La recolección puede durar varios días porque la candelilla se halla cada vez más escasa y lejana. En algunos ejidos la recolección de la candelilla es ilegal, por no contar con un permiso de aprovechamiento, entonces tienen que migrar hacia los ejidos legales. Algunos otros rentan tierras, pero se ven orillados a vender la cera al dueño del terreno o a sus socios. Cabe señalar que alrededor del permiso de aprovechamiento de la candelilla se ha gestado mucha corrupción, algunos servidores públicos llegan a vender el permiso a pesar de que se debe extender gratuitamente.


Los candelilleros saben que se debe evitar extraer la candelilla de lugares muy arralados, sin embargo, la carencia, las políticas públicas y el libre mercado, los han orillado a recolectar desmedidamente. A propósito, existen algunos investigadores que proponen reforestar zonas degradadas a través de la propagación de la candelilla, pero pese a los buenos objetivos, se olvida que su implementación requiere recursos económicos y estar ligada a un programa gubernamental, de lo contrario, representa un incremento en los costos de producción para los candelilleros. Asimismo, se olvida considerar el significado que la candelilla tiene para ellos.



La candelilla, al ser una planta que brota espontáneamente, sin la intervención humana, es decir, sin ser cultivada, hace que los candelilleros la clasifiquen dentro de un nivel superior. Significa que es pura, natural, un regalo proveniente de la tierra madre. Aunado a esto, la historia que los precede los identifica como recolectores y no como agricultores ni extractivistas.

Ellos consideran que en el desierto no hay jerarquía política ni ordenamiento territorial, no hay clases sociales ni desigualdad, no hay caminos trazados, acequias ni luchas por el agua, no hay agroquímicos ni intentos por controlar a la naturaleza. Ellos creen que el desierto retribuye por igual al valiente y esforzado, porque en el desierto sólo hay cabida para personas con dichas características.




Después de la recolección, que puede prolongarse varios días, más el tiempo de traslado, considerando que “acá cerquita” son dos o tres horas de camino, los candelilleros regresan del cerro con sus burros, cargados hasta con 340 kg de planta. Llegan al solar, rodeados por la familia, entre casas improvisadas. Comienzan a extraer la cera desde el atardecer hasta el ocaso. Llenan las pailas con las gavillas de candelilla [200 kg], con 400 litros de agua y ¾ de litro de ácido sulfúrico. Encienden el fuego con los restos de la planta que se quemó un día anterior. Respiran el humo tóxico, sienten el calor, se queman las manos.







Campamento de procesado de candelilla


Candelillero recolectando el cerote




Cuando el agua comienza a burbujear por efecto de la ebullición, el sobrenadante o cerote se recolecta en otro contenedor. De todo, obtienen un promedio de 6 kg de cera virgen. Se necesita quemar una segunda vez para eliminar impurezas, es decir, para refinarla.


La técnica y las herramientas para la extracción de la cera también son el legado de generaciones ancestrales. Al proceso únicamente se le ha sumado el uso de ácido sulfúrico al momento de hervir la planta con agua. Situación que resulta peligrosa porque este ácido puede provocar quemaduras graves. Actualmente la Universidad Autónoma de Coahuila ha implementado, en algunas zonas, el uso de ácido cítrico como sustituto del ácido sulfúrico. También llevan a cabo investigaciones para modernizar y hacer más eficiente el proceso de extracción de cera. Se les reconoce ampliamente este mérito (para información al respecto, mirar el video Extracción de cera de candelilla de alta calidad).







La "espuma" sobrenadante en la paila es el cerote.


Cera refinada (izquierda) y cera vírgen (derecha)




Continuando con la narración del proceso de extracción de cera, el tejo, como llaman a los bloques de cera, generalmente se vende a intermediarios de manera semanal. Algunos candelilleros no cuentan con su propia paila y deben entregar la cera a su arrendador. La mayoría de los candelilleros vive al día, lo cual limita su capacidad de negociación. Sí un vendedor se niega a comprar al precio que el candelillero propone, tal vez pierda la oportunidad de obtener dinero para alimentarse esa semana. De igual forma, los candelilleros comienzan a angustiarse cuando un comprador deja de pasar. Pero, pese a todo, algunas familias crían chivas, gallinas y guajolotes para sobrellevar los altibajos. Algunos candelilleros también se dedican a tallar lechuguilla (Agave lechuguilla) para la elaboración de mecates, canastas y cepillos, con lo cual incrementan un poco sus ingresos.







Muchos candelilleros crían chivas para apoyarse económicamente.




A pesar de que los candelilleros y sus familias reconocen que la extracción de cera es un trabajo difícil y peligroso, también reconocen que el trabajo brinda bienestar y eso hace que se renueven sus fuerzas todos los días. Muchos candelilleros rebasan los 60 años de edad y siguen incólumes. No hay mayor ejemplo de una vida de satisfacción sin tantas necesidades como la de ellos. La familia se involucra en todo el proceso y esto forja sus lazos. Llevan una vida profusa de amor, compañerismo, comprensión y solidaridad. La pobreza que tanto les atribuyen es mera falacia. La inopia la viven aquellos rodeados de insatisfacciones, los que no saben ser felices con lo que tienen. Pero nosotros, los que estamos al margen de esa vida, tenemos que gritar y exigir por mejores condiciones de trabajo, por seguridad social, por convenios comerciales justos, por políticas públicas que promuevan el bienestar de los pueblos errantes del desierto.





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